sábado, 4 de junio de 2016

Entrevista a Paco Espínola


Definir el trabajo de Paco Espínola es harto difícil: mecenas, productor, periodista, defensor del flamenco, escritor... una especia de humanista artístico, pieza clave en el renacimiento artístico de Burning y que ha tenido a bien responder a un cuestionario para escríbeloconsangre. Muy agradecidos de verdad, Paco.
Carlos Rodríguez Duque

Paco, ¿cómo entras en el mundo de la música?
Yo no entré en el mundo de la música, fue la música quien entró en mi mundo. Mis padres eran emigrantes andaluces en Mallorca. Tenían un pick-up Askar pequeño, de esos de plástico con el altavoz en la tapa, y tres epés (discos singles de cuatro canciones): uno de Pepe Marchena, otro de La Niña de Antequera y otro de Emilio El Moro. Sonaban constantemente y yo los odiaba. Luego descubrí que estaba equivocado. A los diez años me puse a trabajar y poco después me fui de mi casa para ingresar en un seminario en Guadix. Entre las asignaturas obligatorias estaban Historia de la Música y Solfeo. Era el año 67 y los jesuitas tenían un alto nivel intelectual. El cura que impartía la asignatura nos hizo conocer el flamenco, el jazz, la música clásica. Tenía un entusiasmo contagioso. Años después estudié algo de armonía y composición. Pero en realidad en lo que me licencié fue en Filosofía y Letras y luego en Periodismo.
Con quince años comencé a trabajar de disc-jockey en la discoteca Barbarela de Palma de Mallorca, en ese momento una de las más importantes de Europa. Los discos venían de Londres, algunos recién publicados, y otros históricos recientes: Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Doors, Led Zeppelin, Jefferson Airplane, Grateful Dead, Pink Floyd, y los cantantes de la Tamla Motown, que estaban de moda en ese momento. También pinchaba mucho blues y algo de jazz.

¿Cuándo y cómo entras en contacto con la música de Burning?
Desde su primera grabación. Creo que era un single de la serie Gong titulado “Estoy ardiendo (I’m burning)” de 1974. Me sonaban a los Rolling Stones españoles de barrio, la recuperación de la ingenuidad perdida del rocanrol. Hay dos cosas que difícilmente soportan los puristas del rock: las baladas y las expresiones anglosajonas traducidas. A Burning sí se les permiten. Sus baladas resumen lo mejor de la literatura “romántica” (ironía, distancia, ternura cínica) del rock y el blues; y la utilización de la expresión “nena” (en inglés: “darling”, “baby”, etc.) nadie la ha dicho como Pepe o Johnny.

Y en lo profesional ¿cómo los conoces?
A mediados de 1990 yo compartía piso con Joaquín Sabina en la calle Santa Isabel. Un día llamó Pepe Risi para saber si Sabina estaría interesado en producirle un disco ya que iba a iniciar su carrera en solitario. Burning, en ese momento, no tenían ni manager ni compañía. Nadie los quería. Primero, por su fama (falsa) de broncas, drogatas e informales; segundo, porque musicalmente llevaban en silencio muchos años. Lo hablé con Sabina, pero él estaba dedicado a un proyecto suyo y no tenía tiempo. Entonces le planteé a Pepe que, antes de disolver la banda, hiciesen un recopilatorio en directo con invitados de primer nivel relacionados con ellos. Le pareció buena idea y eso hicimos. He de señalar que el álbum doble que grabamos fue el último de los vinilos del rock español y el primer cedé. Eso también pertenece a la historia de BMG-Ariola.

Para aquel directo ¿pensaste en algún invitado más que finalmente no pudiera o quisiera participar?
No. Los elegidos ya eran excepcionales y todos se prestaron con amabilidad y cariño. Rosendo, incluso, la noche del ensayo general, se desplazó con su coche a comprar bocatas para todos. Loquillo, en cambio, me decepcionó profundamente.

Paco, y ¿qué hay de cierto en lo que se dice que Keith Richards se pensó como invitado? ¿no se llegó a hacer por presupuesto o fue una leyenda?
Nunca se pensó en Keith Richards como invitado. Hubiese sido un disparate a todos los niveles… O no, nunca se sabe. Para mí es uno de los grandes guitarristas de la historia del rock y sus incursiones en el blues han sido memorables. Es cierto que un año antes Keith había estado grabando una maqueta en los estudios de Sonoland, en Madrid, y las referencias que tuve de las sesiones no facilitarían precisamente la coherencia y la organización que necesitábamos. Pero, bueno, esto son tonterías, la verdad es que hubiese sido un puntazo su participación.

¿Qué fue del material inédito del disco directo? Por ejemplo, la canción "Dulces dieciséis" distinta a la del single con la letra cambiada y decía así: "…en un lugar del barrio un colega en el mako fue a salir y se quedó... dulces dieciséis".
La idea de la versión de “Dulces dieciséis” fue mía. Ese año se cumplía exactamente el tiempo que Burning existía como grupo y me parecía la guinda del pastel. Le propuse a Pepe que hiciese una versión en castellano y hablé con la compañía para que fuese el single promocional, además de un homenaje a Chuck Berry y su “Sweet Little Sixteen”. Cuando digo “versión” no me refiero a un calco más o menos afortunado del original sino a una recreación musical y literaria con la personalidad de Burning. Pero Pepe no tuvo su día literario ni sintáctico y chorreaba versos como ese: "…en un lugar del barrio un colega en el mako fue a salir y se quedó”. En mi condición de cabronazo no podía permitirle a mi Pepe, con lo listo y bonico que era, que cometiese un “semanticidio” o asesinato del lenguaje. Le dio vueltas al texto, pero no lo consiguió. Le dije que no saldría en el disco aunque sí la grabamos en un ensayo. Pepe, como era muy bueno y muy prudente, no me dijo nada, aunque sé que le jodió la negativa. Tanto que organizaron (Pepe y Johnny) un almuerzo conspirativo con Manolo Cubedo, un ejecutivo de la discográfica, para lanzar el tema más adelante. Pero no tiene importancia, entendí a Pepe por el cariño que le tenía, pero no por la calidad de la canción.

¿Cómo fue el trato con los diferentes miembros del grupo?
Magnífico, llegué a apreciarlos profundamente. Nos lo pasamos muy bien. Burning eran muy especiales. Nunca he conocido a nadie tan fanático del rock como ellos. Rockeros hasta la médula: en sus conversaciones, en sus gestos, en su vestuario. Como seres humanos eran magníficos: generosos, cariñosos, solidarios. Por encima de sus disputas internas y sus egos estaba su proyecto musical.

¿Conociste a Toño Martín?

No personalmente. Para mí era un cantante admirable, con una tesitura de voz que me encantaba y un punto de oscuridad casi de blues. Era el cantante perfecto para Burning. Se le invitó al concierto, pero no pudo asistir. Ya estaba muy enfermo

¿Has seguido en contacto con Burning?
Les conseguí un manager y una compañía de discos. Luego me volqué en mi trabajo de periodista que tenía abandonado y a producir discos de flamenco y de jazz. Actualmente las redes sociales nos han llevado al amor virtual, que es como el sexo oral, pero por escrito. Los sigo queriendo mucho, sí.

¿Nos puedes contar alguna anécdota divertida de algo que te pasara con ellos?
Todo era divertido con ellos, tenían un sentido del humor muy espontaneo, a veces parecían niños que escuchasen palabras secretas como “caca”, “culo”, “pedo”, “pis”. Algunas de las mezclas del disco las hicimos en un estudio de la Sierra de Madrid, en enero. Lógicamente, al acabar las sesiones, los parabrisas de los coches tenían una capa de hielo casi imposible quitar. Diariamente hablaba por teléfono con Pepe y le comentaba las incidencias de las mezclas, una de las veces le referí lo del hielo, me dijo que eso se podía solucionar restregando una patata contra el cristal. Al día siguiente compré medio kilo, pero fue insuficiente. Al siguiente compré dos kilos, las dejé a la entrada del estudio y se congelaron. Johnny y yo llamamos a Pepe para decirle que estábamos haciendo una mierda de producción y que cada día nos parecíamos más a Keith Richards en pleno colocón. A Pepe le dio tal ataque de risa que creímos que había colgado el teléfono.

¿Y alguna menos divertida?
Yo quería que el resultado de la grabación fuese directo-directo, sin recording, que es como no se hacen los discos en directo en España, que son casi todos en estudio. Cuando grabamos “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”, el ampli de la guitarra de Antonio Vega tuvo un problema de conexión y se produjo un ruido durante todo el tema. Fue imposible solucionarlo en las mezclas porque Antonio se encontraba enfermo. Lo dejamos tal cual. Con el paso del tiempo he llegado a encontrarle una explicación estética a ese “ruido” hasta tomarle cariño.

¿Qué es de tu carrera artística? ¿Tienes algún proyecto entre manos?
Estoy creando una compañía de discos, he escrito una ópera para niños y la estamos ensayando y, simultáneamente, estoy produciendo a una cantaora y, por otro lado, a un grupo de rhythm and blues… Aparte de la música soy periodista y colaboro con diferentes medios de comunicación.

¿A qué dedica Paco Espínola el tiempo libre?
El tiempo libre solo aparece en las canciones de José Luis Perales. Los obreros no sabemos qué es eso.